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La huella invisible
El aula estaba en silencio cuando Valentina abrió el sobre que contenía las evidencias del caso ficticio. No eran pruebas reales, pero en cada simulacro de psicología forense ella sentía que algo de verdad habitaba en esos papeles: entrevistas transcritas, perfiles incompletos, frases inconexas.
Mientras los demás buscaban culpables entre fechas y testimonios, ella se detuvo en los márgenes de una hoja. Allí, una sola frase escrita por el supuesto sospechoso: "Yo nunca estoy donde dicen que estuve".
Esa oración la llevó a pensar en la estadística de los recuerdos falsos. Sabía que la mente no es una grabadora fiel, sino un terreno moldeable. La neurociencia lo confirmaba: el hipocampo podía reconstruir escenas como un artista que inventa colores que nunca existieron.
Valentina recordó entonces lo aprendido en clase de métodos experimentales: en más del 30% de los casos estudiados, las personas terminaban convencidas de haber vivido experiencias falsas. ¿Y si ese era el punto clave del relato del sospechoso? Tal vez no era una coartada, sino una confesión inconsciente: alguien había manipulado su memoria.
La ciencia le enseñó a no conformarse con intuiciones. Contrastó declaraciones, aplicó principios básicos de lógica matemática y construyó una línea temporal. Pronto, lo invisible apareció: el patrón de contradicciones no hablaba de mentira, sino de trauma.
Cuando presentó su informe, no señaló a un culpable, sino a una verdad más profunda: la mente humana podía ser el escenario del crimen. Y entenderla requería algo más que juzgar; exigía escuchar, analizar y nunca olvidar que la ciencia también podía ser justicia.
Camila Monsalve Pachá
1er Lugar Categoría Enseñanza Media
Cuarto Medio
Colegio San Damián - La florida




